La educación es el motor que promueve la competitividad de la economía y las cotas de prosperidad de un país; su nivel educativo determina su capacidad de competir con éxito en la arena internacional y de afrontar los desafíos que se planteen en el futuro. Mejorar el nivel de los ciudadanos en el ámbito educativo supone abrirles las puertas a puestos de trabajo de alta cualificación, lo que representa una apuesta por el crecimiento económico y por conseguir ventajas competitivas en el mercado global.
Anteproyecto LOMCE
Esto es el inicio de la LOMCE, no hace falta leer nada más. Si en el primer párrafo se equipara educación a competir, a términos económicos, a mercados… ya el resto, en mi opinión, sobra.
Estamos ante una ley que sólo piensa en términos utilitaristas. La educación como una actitud humana no se contempla. Es por eso que hay grandes intereses en gradar y clasificar a los alumnos a través de pruebas «objetivas» que mostrarán no lo que el chico o chica de turno sepa, sino lo que es capaz de vomitar. No les van a evaluar su creatividad, su ingenio, su capacidad para resolver problemas, su nivel de comprensión lectora (no, comprensión lectora no es leerse el quijote y responder bien a un cuestionario)
Yo me voy a negar a preparar a mis alumnos para esas pruebas, me dan igual. Yo voy, y no seré el único, a centrarme en que mis alumnos aprendan a leer, que le cojan el gusto a la lectura, académica y de cualquier otro tipo, a saber expresarse, tanto oralmente como de manera escrita, ya en papel o en medios digitales. En definitiva, me voy a centrar en que mis alumnos adquieran una capacidad lingüística que les permita enfrentarse a esta sociedad cambiante, que les permita ser críticos e inconformistas, que no sean engañados por el politicucho de turno.